Edward Lear viajó por Oriente, trabajó como dibujante en un zoológico y escribió cientos de Limericks, poemas en donde la rima abre paso al absurdo. Leímos algunos de ellos así como los de María Helena Walsh en Zoo Loco y los geniales de Ezequiel Zaidenwerg en Sinsentidos comunes. A partir de esas lecturas, escribimos. Leones panzones, mesas de condesas, abuelas que comen ciruelas; fueron algunos de los protagonistas de estos versos sin sentido.
Había una vez un conejo
blanco como un azulejo
un día en el barro jugó
y todo negro quedó
Nunca más en el espejo se miró.
Malén
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