La adaptación para kamishibai de la historia de Saki y la organización del trabajo empezó de una forma caótica. Parecía que todos querían ilustrar la misma parte del texto, que los lápices, las gomas y los sacapuntas no eran suficientes, que los marcadores estaban en el otro extremo de la mesa y que volver a escuchar por quinta vez el mismo cuento iba a resultar aburridísimo. Pero el desorden comenzó a ordenarse, los chicos a ponerse de acuerdo y de pronto como si cada uno fuera un engranaje de una máquina exacta el equipo de kamishibaistas trabajó a la perfección.
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