Pasear por los jardines de mandrágoras, mirar las vidrieras de los locales donde sólo venden vestidos de organza y tejidos de punto abeja, detenerse en las florerías y oler las margaritas, los topacios, las magnolias. Caminar, deambular, levitar y asombrarse ante las luciérnagas de trajes guinda y mariposas de terciopelo que acarirican el aire de vacaciones. Ser turista en el país de Marosa di Giorgio.
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