Ayer leímos los primeros capítulos de Las Brujas, de Roald Dahl y aprendimos cómo reconocerlas. Las chicas inventaron sus propias brujas, algunas resultaron tan buenas, que sus murciélagos mascota les traen el desayuno a la cama; otras, tan malvadas, que deberían pertenecer a una enciclopedia terrorífica para que sepamos como escapar de ellas.
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