Con la paciencia infinita de un grupo de arquitectos japoneses, los chicos se dedicaron a plegar página tras página de papel vegetal, hasta que una vez ensambladas, tomaron la forma de lo que alguien podría confundir con una lámpara de origami. En realidad, estaban preparando sus máquinas de inventar historias. Iluminadas, tenues, sirvieron como escenario de máscaras, grullas, ciudades, soles incendiados. Esperamos que se desplieguen en ellas las más extraordinarias historias invernales.
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