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Cuentos abismados
13/08/2015
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taller 002En la familia de Eric era costumbre regalarle a los hombres de la familia, cuando cumplían nueve años, una caja vacía con un cuaderno en donde estaban anotados todos los usos que habían hecho de ella, sus antepasados; lo mismo sucedía, simultáneamente, en la familia de Clara, con un bastón azul. Lo fascinante de los obsequios, pareciera radicar, no tanto en los objetos en sí, sino en las narraciones que surgían a partir de ellos, que se iban encadenando, desde los tatarabuelos y tatarabuelas, hasta el presente.

Leímos el maravilloso cuento de Iwona Chmielewska, pensando en el recurso literario de la puesta en abismo que habíamos comenzado a investigar la semana pasada.

Los chicos siguieron investigando cómo encastrar una historia dentro de una historia,  con resultados vertiginosos.

Había una vez tres hermanos. Uno tenía 24 años, otro 14 y otro 20. Tenían una mamá de 48 años. Esos hermanos tenían una costumbre, aunque iban al colegio solos y hacían cosas y salían solos, todavía les gustaba que su mamá les leyera un cuento. Así que un día la mamá les empezó a contar: Había una vez…

… una ardilla traviesa y juguetona. Ella siempre jugaba. Le encantaba jugar a las escondidas, a armar rompecabezas, al ta.te ti, al salto en largo, etc. Un día su abuela desde lejos le mandó una carta. Le pidió que tilde las cosas que quería para abrigarse en el invierno. Pero la ardillita se olvidó de la carta y se fue a jugar. Y cuando llegó el invierno se resfrió y tuvo que quedar en cama y mamá ardilla le contó un cuento. Había una vez…

Iván S.

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