Al parecer, no sólo la música, sino la poesía japonesa calma a las fieras y a los niños. Hoy repartimos libros de Haikus y cada uno fue eligiendo aquél que más le llamaba la atención para leerlo en voz alta. Luego de un rato de haber estado leyendo y ligeramente hipnotizados por las palabras, los chicos se dedicaron a escribir poemas. Vinieron al rescate, en los momentos de zozobra, frascos repletos de palabras, de esas que están a la espera de alguien que las convierta en poesía.
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