Una pluma, un reloj de bolsillo, una página de un diccionario, un paraguas roto, un grillo muerto, pueden desencadenar el final de una historia. Así lo creía Sanders, el buscador de finales de la novela de Pablo de Santis. Los chicos imaginaron sus historias de atrás para adelante, pensando primero en un final que contuviera alguno de esos objetos y luego un principio y un nudo que los llevaran a aquel.
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