Si bien El Código Internacional de Nomenclatura Botánica, elaborado por la comunidad científica, tiene por objeto el establecimiento de los nombres que deben ser aplicados a las plantas evitando así la utilización de términos vulgares y regionalismos; Hilario Estambre, pionero en su campo, bautizó a los ejemplares que fue hallando a lo largo de toda la vida, no solo con sus nombres en latín, si no utilizando el arameo, el esperanto y el neocriollo, lenguas que dominaba a la perfección. Sin contar con el lenguaje de los insectos, las marmotas y los peces de agua dulce.
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