Y cuando la historia de La planta lunar parecía terminada, empezamos a dudar del final. Precipitado. Abrupto. Un final desganado. Entonces hubo que revisar toda la historia, encontrar en qué momento el engranaje se desajustaba y nos pusimos a trabajar. Al principio desganados, hasta que descubrimos qué era lo que fallaba y el descubrimiento nos llenó de entusiasmo y como grandes ingenieros del kamishibai encastramos el final perfecto, un final que es un prinicipio.
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