Los chirimen-bon o libros de papel crepe, eran traducciones ilustradas de cuentos del folklore japonés. Recibían este nombre porque la técnica para hacerlos consistía en arrugar el papel hasta que presentara una textura similar al de la tela. Luego se los estampaba con bloques de madera y se los cosía. Los extranjeros que visitaban Japón a mediados del siglo XIX, solían llevárselos consigo como regalo (omiyage).
Bajo un refugio de manteles floridos, leímos La anciana que perdió sus dumplings y nos dimos cuenta que cualquier resquicio, por mínimo que sea, puede conducirnos a mundos dentro del mundo; ya sean cavernas submarinas con boas guardianas o países gobernados por dinastías de libélulas y gatas peludas.
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