Un antiguo curiosista griego, documentó en uno de sus viajes, que los egipcios se daban el gusto de adornar a sus cocodrilos con pendientes de oro y pulseras en las patas porque creían que eran sagrados; otros han estudiado a las tribus etíopes del Valle del Omo sin lograr descifrar del todo sus misteriosos tocados vegetales. La labor del curiosista es también la del etnógrafo, que puede registrar por ejemplo, un pueblo que vive bajo la tierra y sale a la superficie cuando llueve, para ver el cielo.
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