Para escribir una crónica de viaje hay que entrenar el ojo viajero y aprender a mirar, despabilar los sentidos y distinguir lo particular de lo que vemos. Antes de iniciar el camino miramos con fascinación los cuadernos de viaje de Florencia Böthlingk, acuarelas de África, Italia, Misiones y leímos fragmentos de crónicas de Hebe Uhart, Virginia Woolf y Matsuo Basho. Así, impregnados por las obras de estos artistas admirables, los chicos comenzaron a transmitir sus experiencias.
Lunes 6 de junio
En el avión me sentí muy bien porque mis papás me dejaron dormir. Caundo estábamos en la India fuimos a un bar. Se veían en la ventana las gotas de la lluvia. El mozo tenía unas plumas azules enganchadas en la cabeza. Era todo muy silencioso, sólo se escuchaban las gotas de agua que caían en el techo. Como entrada nos sirvieron unas galletitas azules con nueces. El mozo aclaró que eran de arándanos. La bebida era verde, de espinaca. No la quise probar. Había guirnaldas ceestes que iban de punta a punta….
…..la gente que veía era muy rara, tenían plumas por todas partes. Una mujer tenía ocho plumas rosadas, pelo largo y una mala anaranjada con unos zapatos parecidos a los de ballet. La malla estaba un poco rota, pero no quise preguntar por qué.
Anita
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