¿Se imaginan un cuarto lleno de escritores delirantes escribiendo en conjunto el prólogo de un libro extraordinario?
Imaginen gritos, el golpeteo nervioso de lápices sobre la mesa, el insoportable sonido de las suelas de zapatos nerviosos contra el piso, miradas invocando al techo que libere las ideas y caigan sobre sus papeles en blanco. Chasquidos, sonidos guturales, tarareos impacientes, gruñidos, ruidos agudos, sillas que se mueven, caos y más caos y más caos. Hasta que de repente asoma la primera línea de un párrafo y se van organizando las ideas, el prólogo toma forma y los escritores relajadamente ejercen su oficio de escritores delirantes prologando un libro extraordinario.
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