Estábamos absortas en la lectura Los Minpins, de Roald Dahl, cuando sucedió algo asombroso. Nueve cartas llegaron desde Groenlandia, firmadas por un tal oso polar. Al parecer, los rumores de un lugar en el mundo donde los chicos se encuentran todas las tardes para escribir cuentos, llegó por esas tierras. Y sus habitantes, que sólo tienen una copia ilustrada de Caperucita Roja, están ávidos de nuevas historias. Con este noble propósito las chicas comenzaron a escribir historias para mandarles, que con suerte sirvan para entretener las largas noches polares.
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