Aprovechando esos primeros días de calor que desorientan a los ciruelos y hacen felices a los ciclistas, leímos y escribimos en el jardín. Continuamos las historias polares comenzadas la semana pasada y aparecieron otras nuevas, como la de un cartero de pueblo que descubre en el funeral de su antecesor, lo que es sentir tristeza y alegría al mismo tiempo.
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