Leímos Chingolo, de Silvina Ocampo, prestando atención a la relojería interna del relato. Después nos dedicamos a avanzar en la escritura de los cuentos iniciados la semana pasada. Vecinos misteriosos, jubilados solitarios fanáticos de la lechuga asada y una larga caída dentro de un pozo casi infinito, que nos dejó atrapados esperando su continuación.
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