Ilustración Juan Reca
Después de leer No se culpe a nadie, de Julio Cortázar, nos pusimos a escribir cuentos en donde un objeto común y corriente tenga la posibilidad de convertirse en algo extraño, monstruoso. Los helechos del jardín nos abrieron paso para escribir cerca de ellos y surgieron casos como el de Aurelia, aficionada a los narcisos y a los marineros, que deseosa de volver al hogar es convocada por una voz incorpórea que la invita a pasar a su casa.
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