Después de haber recorrido las tierras benignas de los Onas y los Pigmeos, llegamos a donde tantos cartógrafos han intentado arribar en el pasado y sucumbido sin éxito: el Polo Norte. Consultamos el mapa del célebre Mercator, Septentrionalium Terrarum y ajustamos nuestras brújulas obedientes. En el trayecto nos cruzamos con narvales y caribúes, tormentas de nieve y pastores de renos. Desciframos cantos humanos y animales, remanso de sonido entre medio de tan inhóspita blancura.
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