Todas las familias tienen historias que les pertenecen. Algunas se transmiten con leves variaciones, otras ya han quedado lejos de la versión original, pero todas son fuente de asombro y material para la escritura. Rescatamos las propias como disparadores para nuevos relatos; como aquella vez que las langostas devoraron en pocos minutos la cosecha y oscurecieron el cielo, o el recuerdo de esa casita frente el mar que albergaba huesos de ballena. Adoptamos como pariente lejano a Saint-Exupéry, que en su paso por la Argentina, se trajo una foca de la Patagonia y la alojó en su bañera.
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