Reproduciendo tipografías centenarias o sumando trazos propios al raudal de tipografías ya existentes, las chicas dieron forma al título de un libro imaginario y crearon su tapa. El lector ávido de historias podrá disfrutar en un futuro de relatos terroríficos como El títere mercenario o compadecerse de la protagonista de Me enamoré de un cerezo.
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