El Mercado Juramento nos recibió con una fauna generosa de papas ancestrales, té de muña-muña, flores de zucchini y huevos emplumados. Algún que otro chancho disecado. Sus habitantes, cálidos, nos convidaron tomates liliputenses y nos contaron historias de casas de sal que atraen a las vacas. El explorador melancólico tal vez conserve de sus viajes el perfume del cardamomo ascendiendo de un frasco, o la textura de un dátil egipcio; transformados en el proceso de la escritura.
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