Tres voces distintas cuentan la relación entre perseguidor y perseguido. La distancia que los separa, lo que piensan y sienten; la estela que dejan tras de sí. Un caso particular, raro y asombroso, nos hace pensar en un ritual pautado por ambas partes que se renueva periódicamente. Los dos se ven desde esquinas distantes, se conocen pero eligen que no medie la palabra entre ellos, ni siquiera un saludo y dejar que el azar los vuelva a reunir al otro día.
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