Cuando viajamos cambiamos nuestras rutinas. No dormimos, no comemos ni vamos al baño como lo hacemos habitualmente. Si viajamos solos puede pasar que nos crucemos con desconocidos y terminemos haciéndonos amigos y hasta enamorándonos o quizá descubramos que nuestro compañero de camarote además de malhumorado sea un asesino a sueldo.
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