Convocados (por nosotros mismos, claro) a confeccionar un islario, nos disponemos a explorar el océano y sus criaturas, gestas de marineros y métodos para apaciguar tormentas.
Comenzamos esta vasta exploración adentrándonos en el misterioso mundo de los faros y sus vigías. Leímos “La Sirena” de Ray Bradbury y comenzamos a imaginar nuevos linajes de fareros que mantengan luces y hogueras encendidas.
Cuando ya había recargado mi energía, me di cuenta de que en el velero había un libro, pero no era una novela, era un libro que se llamaba así: “Sirena de un faro y sirenas los seres mitológicos, ¿están relacionadas?” Agarré el libro junto con el pan y subí al faro. Dejé el pan a un lado y empecé a leer el libro… (Fragmento de “El faro abandonado”, de Lola Starosta).
Aunque su vida de ermitaño era a veces agobiante, no le disgustaba compartir sus pocas horas de sueño con las constelaciones de estrellas que lo protegían del frío. Tampoco solía refugiarse en la edificación si alguna que otra temeraria nube amenazaba la paz, ni cuando las gotas caían a mares del cielo, formando un océano a su lado. Luke creía que había que dejar a la naturaleza surgir y que él formaba también parte de ella. (Farero de Ailén Salas)
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