Atravesando ya el tercer viaje de Simbad el Marino empezamos a intuir que los buenos marineros suelen ser además, grandes narradores; aunque no todos hayan sobrevivido ballenas que parecen islas y gigantes antropófagos.
Mientras tanto, los guardianes del faro, siguen contándonos historias:
IDENTIKIT DE FARERO ( Morena Aluminé Pared Vega)
Se llama Claudio, tiene 56 años y trabaja en el “Faro del fin del mundo”, sus ojos son color avellanas y su nariz es como una almendra. El color de su pelo es naranja como el fuego y los cachetes son anchos como un alfajor. Esta medio rellenito ya que todos los martes y jueves, luego de su cambio de turno, va a Wendy’s (su restaurante favorito), obvio que siempre llega tarde ya que el restaurante no está nada cerca de donde trabaja. Lleva un bastón, porque hace 6 semanas se resbaló con una piedra gigante, mientras caminaba por la orilla del mar , y al caer, su pierna derecha impactó justo arriba de una de las cañas que su primo Jaime dejó tiradas después de enojarse al no poder sacar ningún pez del agua. Hablando de enojos, él también es todo un cascarrabias; suele perder la paciencia muy rápido, y es por eso que eligió trabajar de farero, lejos de la gente, aunque a veces le estresa que el ruido de las olas sea fuerte. Ni su familia sabe cómo hace para trabajar ahí sin perder la cabeza. Pero aun así, no cambiaría de trabajo porque le apasiona todo lo que se relaciona con barcos y el mar.
Diario del farero ( Lola Starosta)
DÍA 1 (fecha indeterminada)
Llegué a un faro que pareciera haber estado abandonado por al menos 80 años: se podía apreciar que la madera estaba podrida, y todas las rocas estaban llenas de moho (era una rara combinación de madera y piedra que, personalmente, no me gusta mucho). Amarré mi barco a una roca con unas algas y caminé hacia el faro.
La puerta del faro estaba hecha de una madera rústica y tan podrida, que al agarrarla se deshacía en las manos. Al entrar, había una escalera caracol de noventa escalones de piedra, que derivaba en el ojo del faro, una sala oscura y fría, con una linterna en el centro, lo cual me sorprendió porque según lo que me contó mi padre, hace más de ochenta años se utilizaban hogueras en los faros.
DÍA 2 (fecha indeterminada)
Me quedé despierto toda la noche tratando de arreglar la linterna, mientras que sucedía una tormenta terrible, en la que casi se me desprende el velero. Cuando finalmente la arreglé, creo que eran las cinco de la mañana, ya que se podía ver el amanecer, violeta, rosa y naranja, y rosa y violeta nuevamente.
Ese día fui a un pueblo cercano a comprar comida. Escuché que pensaban que la linterna del faro se había prendido por una ola gigante. También circulaban algunas historias más delirantes, como una de que un pájaro se había chocado con el vidrio y la había prendido.
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