Hace algunas semanas me había llegado una carta que me invitaba a ir a un gran baile que organizaban los gatos. Esperé pacientemente hasta que llegara la ansiada noche, pero fue difícil porque me carcomía la emoción. El día del baile me puse mis zapatitos rosados y me dirigí hasta la playa, allí me esperaba un barco en el que había otros ratones y un gato que estaba agarrando el timón, aguardando. Me subí de un salto y a los pocos minutos el barco zarpó. Se podía ver cómo es que nos alejabamos de la costa. Llegamos a una isla en la que nos esperaban dos gatos que nos miraban atentamente.
-Hola, sean bienvenidos, disfruten de la fiesta-
El piso era de flores y sonaba una música que incitaba a bailar. Un ratón de buen aspecto me tendió la mano invitándome a un vals. La acepté gustosamente y así bailamos y bailamos hasta que nos dolieron las patas. Los gatos nos seguían mirando, expectantes, esperando algo, se veían algo nerviosos. Supuse que era porque estábamos rodeados de agua. Bailamos por un rato más, cuando uno de los gatos dijo:
-Bueno, y ahora es hora del festín.
Agarró un ratón y lo introdujo es sus enormes fauces, fue cuando me di cuenta de que nosotros éramos el festín.
Sarah López, abril 2021
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