Sucumbimos a la belleza de las tormentas. Las que rugen como orquestas, las que envían dioses y magos a sus enemigos; las que se observan desde la orilla o se combaten en altamar. Invitamos a Turner, Winslow, Hokusai, Courbet; a Da Vinci, que nos dio buenos consejos para replicar tempestades “ Si quieres representar bien una tempestad, examina atentamente sus efectos, cuando el viento, soplando sobre la superficie del mar y de la tierra, arranca y se lleva consigo todo lo que no pude resistir a su corriente avasalladora”.
La neblina del mar de Astor, es “ lo más hermoso que hayas visto en tu vida”; la que trae el don de la curación, y de la muerte.
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