Nos despedimos de este cónclave insólito leyendo “El verdadero negocio del señor Trapani”, de Pablo de Santis y después exploramos las posibilidades del autorretrato, pero ensayando distintas maneras de dibujarnos a nosotros mismos de modo que el resultado fuera monstruoso: acercamos al máximo la lente de la cámara para vernos de muy, muy cerca; dibujamos con nuestra mano no dominante, y también con los ojos cerrados. Como resultado, algunos de nosotros terminamos con orejas de lobo; otros transfiguramos las letras de nuestro nombre o el timbre de nuestra voz. Ese otro que habla y que quiere asaltar tiendas de chocolates y de libros, puede que no se nos parezca, pero nos conoce demasiado bien.
There are 0 comments