Ayer nos despedimos de “El Superzorro” leyendo la escena final de su fantástico banquete bajo la tierra. Pero en cuanto dejamos su madriguera, comenzamos a vislumbrar un nuevo personaje fascinante, del cual por ahora, solo tenemos atisbos.
Imaginamos cómo sería una suerte de botánico excéntrico, el dueño de un herbario. Mediante un “chancho va de ideas”, intercambiamos papelitos en donde cada uno anotó detalles que lo caracterizarían y harían único; miedos, obsesiones, gustos y disgustos. Nos enteramos por ejemplo, que no le gusta la pulpa del jugo de naranja, pero le fascinan las magnolias disecadas y que además, le tiene miedo a las alturas.
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